domingo, 30 de noviembre de 2008

New York







El exceso, el movimiento continuo y las grandes proporciones definen perfectamente la dinámica de esta ciudad. La actividad en Nueva York sigue una trayectoria circular en la que las 24 horas del día son operantes. Al cerrar un comercio abre otro, cuando se apagan unas luces ya se están encendiendo otras, las personas se ceden el sitio al llegar y al irse de los lugares sin dejar rincones vacíos. La oferta de ocio es enorme y el aburrimiento impensable en la Gran Manzana.

Los abismos entre un barrio y el contiguo tanto histórica, social como estéticamente, hacen que parezcan ciudades distintas. Sin lugar a dudas es una ciudad de fuertes contrastes. Solo hace falta poner el ejemplo del Bronx, en el que hay una impactante división entre la zona del norte, con los chalets de la gente adinerada disfrutando de su jubilación y el sur, famoso hasta hace poco por la delincuencia, drogadicción y decadencia que contenían sus calles. Especialmente interesantes barrios como los bohemios Soho i Chelsea, Harlem, el impresionante Times Square y por supuesto, Central Park, un precioso oasis de tranquilidad y reflexión, en medio del ritmo imparable de la ciudad.

Al cabo de una semana, todo lo que te parece increíble al principio acaba formando parte de tu rutina diaria: sales del hotel con vaso de medio litro de café con leche en mano; te alimentas día sí, día también de comida procedente de las paradas ambulantes de perritos calientes que hay a cada esquina y te acabas comprando los Levis baratísimos de cuyo precio tanto has oído hablar a cada persona que ha viajado a la gran ciudad; esto para no hablar de otras muchas compras que acabarás haciendo arrastrada finalmente por la fuerte corriente de consumismo que te llama des de los grandes e impactantes aparadores de las tiendas. Otra de las situaciones bastante curiosas es el hecho de entrar sin ningún reparo en edificios lujosos como Tiffani’s o el edificio de Rockefeller con tus vaqueros, tu camiseta ancha y la cámara de fotos colgada del cuello.

En fin, interesante como todas estas situaciones se pueden traducir en tu cabeza en una confrontación entre la fascinación y la incomprensión. Cada uno puede sacar sus propias conclusiones…

viernes, 20 de junio de 2008

Realitats Paral·leles (3)

Éste es el último vídeo de una serie de tres. El anterior está colgado más abajo, con diferente título. Dentro del mismo tema cada uno aporta una pequeña variante en el punto de vista.
Continuamente topamos con situaciones cotidianas en las que entramos en contacto, sin ni siquiera pensarlo, con los medios de comunicación de masas: durante nuestro recorrido diario pasamos por delante de una gran cantidad de pantallas, imágenes, televisiones... situadas en el metro, en bares, en los periódicos... por no hablar de la compañía que recibimos del aparato televisivo en horas como la comida, la cena... En la mayoría de estas situaciones estamos siendo informados sin ser del todo conscientes de ello. Recibimos mucha información y, sin ningún proceso de selección, la incorporamos en nuestra rutina como una situación más del día a día.


Llegados a este punto, la cantidad de información es tanto más superior a la que podemos retener que sin ningún aliciente diferencial ya nada consigue llamar nuestra atención. No son una excepción de esto las noticias del Tercer Mundo. Estamos tan acostumbrados a oír hablar de las guerras, la pobreza, el hambre... que lo acabamos aceptando como ley de vida auto convenciéndonos de que de poco serviría intentar hacer algo.


“Se puede sentir una obligación de mirar imágenes que registran grandes crueldades y crímenes. Se debería sentir la obligación de pensar en lo que implica mirarlas, en la capacidad efectiva de asimilar lo que muestran. No todas las reacciones a estas imágenes están supervisadas por la razón y la conciencia. La mayor parte de las representaciones de cuerpos atormentados y mutilados incitan, en efecto, interés lascivo”. (Sontag, 2003: 111)

sábado, 14 de junio de 2008

jueves, 24 de abril de 2008

Des-información

Cada día nos bombardean los telediarios con cantidad de información que acaba por banalizar los hechos. Estos son reemplazados por otros continuamente. Ayer Irak, hoy Kenia, mañana Afganistán, en cuestión de segundos el presente ya es pasado en nuestras pantallas cuando en realidad sigue siendo presente y, por desgracia, seguirá siendo futuro. Al final, todo se acaba convirtiendo en una nebulosa de imágenes y información, parecidas unas a otras, a la que somos inmunes.
¿Cuanto dura el malestar provocado por las consecutivas malas noticias que recibimos diariamente a través de los medios de información?, ¿Diez minutos?, ¿Hasta que apagamos el televisor?

Todo esto intenta anular la capacidad de reacción del espectador ante lo que ve. Incita al consumo pasivo y confiado. Lo más cómodo siempre es, al final, seguir con la venda en los ojos, aceptar las desigualdades como ley de vida, conformarse en justificar lo injustificable y aceptar lo intolerable.

sábado, 15 de marzo de 2008

Praga












































































Praga es una ciudad de cuento y, como tal, sus callejuelas quedan envueltas en una burbuja de intemporalidad. Paseando por los callejones aún empedrados, llaman la atención las casas de diferentes colores, los edificios de estilo románico que acogen teatros o bodegas combinados con los edificios barrocos que albergan elegantes bares y restaurantes... en fin, una estética que combina con armonía y encanto elementos clásicos y modernos y que solo podría lucir en una de las ciudades con más historia del continente. Las calles del centro, repletas de turistas, muestran la cara bonita de la ciudad. Al alejarse un poco de este punto se puede descubrir la no menos interesante otra cara de la moneda: barrios con la misma esencia pero cubiertos con un manto de olvido, abandono, misterio, la pintura de las fachadas gastada, agrietada... es el testimonio de una ciudad en un proceso de transformación que comenzó con la caída del comunismo y aún con un largo camino por recorrer.